

He pasado algunos días con los niños en Santiago, nuestra querida capital, y me he encontrado con tantos recuerdos!!!!! mis años de estudiante universitaria-solitaria, recorriendo calles, buscando talleres entretenidos, recorriendo barrios sin sentido, admirando el Santiago antiguo y glorioso de otra época, mascullando más de alguna pena y dilema..... y esta vez volví otra vez a conectarme con aquellos lugares de esa época y de otra más remota..... cuando mi padre me llevaba a su casa en vacaciones, allí le tomé el gusto a ver la ciudad anocheciendo o amaneciendo, las luces santiaguinas desde lo alto de un edificio, las cafeterías pequeñas, las librerías de San Diego, los boliches del centro, los taxistas y oficinistas estresados. Aunque suene loco, a mí eso me recuerda un poco mi niñez, mi ir de la mano con mi padre mientras él me mostraba su hábitat y yo, boquiabierta, admiraba La Moneda, las luces, las grandes tiendas......
Esta semana he vuelto con mis niños y soy yo ahora quien los guía por esos vericuentos metropolitanos, y veo la cara de admiración de mi hija mayor por algunos edificios maravillosos del centro, algunos techos de lona de ciertos balcones, el Museo de Bellas Artes, la tarde que cae sobre los campanarios de algunas iglesias, es cierto, tal vez ignoro las filas que esperan el bus del Transantiago, o la fealdad del comercio ambulante. Pero lo siento, mi alma sólo estaba para admirar esta ciudad que tanto me atrae.
Si a eso le sumamos una mañana de "shopping" por las tiendas de ropa usada de calle Bandera con mi hija, la reconección con la música de Silvio Rodríguez , una tarde de lectura y John Coltrane y los pensamientos de Henry Miller en las numerosas cartas que le envió a Anais Nin, hicieron de estas mini vacaciones una temporada casi perfecta.