miércoles, 4 de noviembre de 2009

Días de campo






La misión era rescatar esos codiciados huevos azules, del mismo lugar donde ponían las gallinas, había que adentrarse en el oscuro gallinero y evadir al gallo, receloso y protector de sus concubinas..... el huevo azul aún latía caliente en nuestras manos de niños traviesos..... nuestra abuela pronto los convertiría en huevos a la copa, con pedacitos de pan crujiente.

Cada domingo era una aventura...... quién sacaba más manzanas de los árboles pequeñitos que daban unos increíbles frutos muy rojos y ácidos, que nunca más he vuelto a encontrar. En la tierra revuelta del huerto, las papas crecían oscuras, misteriosas y generosas..... las zanahorias y rábanos, reventaban pronto los brotes bajo el sol candente del verano, nuestras manos no resistían el extraerlas de cuajo del barro duro..... las lechugas..... verdes y explosivas se aglomeraban en ordenadas hileras que regaban con agua de pozo. Mientras, mi abuelo luchaba porque los pájaros no le comieran las tímidas frutillas que se asomaban entre las hojas y maldecía el origen de la peste que dejaba al nogal con frutos negros y vacíos, ocultos bajo la dura cáscara.... Todo olía a sol, a alegría y a verano.... inventamos con mi hermano, un artefacto consistente en una varilla y un tarro atado a la punta, así los membrillos nunca se nos escapaban de la trampa que torcía las más altas ramas.

Pies descalzos en la tierra mojada, insectos pequeños y mi abuela sacando el pan horneado del horno de barro y paja que mi abuelo le construyó, el pan amasado normal a la derecha, el sin sal, estaba a la izquierda.... se nos pasaba rápido la tarde de domingo en ese micromundo vegetal y animal.... cosmos de olores y sabores que sigo buscando aún hayan pasado los años.....