martes, 10 de febrero de 2009

Nómades del mar




Apenas cruzo el Canal de Chacao comienzo a sentir una paz inmensa, todo es azul, salvaje y apacible a la vez. Adivino delfines y un viento suave e insolente.
Piso la más grande isla chilena y de inmediato respiro de otra forma. Todo es cálido: los trigales rubios que se mecen con el suave viento matinal, las casitas con tejas desgastadas por la lluvia que intuyo, inclemente en el invierno. Por las ventanas cuelgan cortinas de crochet, hiladas dulcemente en las tardes tranquilas del sur, en la cocina huele a pan recién hecho, a tortillas y papas asadas.
Respiro lo más profundo que puedo, quiero impregnar mis intestinos y pulmones con esa materia transparente y olorosa de este aire. Huele a maderas perfumadas, a nalcas verdes y frondosas, a eucaliptus, a leña, a mar.



Una niebla suave llega al pueblo, humedece los prados y las tejas, las ventanas se tornan naranjas, el humo de las chimeneas comienza a salir.... llueve suavemente en pleno verano.




Camino sin rumbo, camino, imagino que me miran de las otras islas, esos hombres del sur que ya desaparecieron. Leo por ahí que las antiguas etnias del sur extremo desaparecieron más que por el alcohol y las enfermedades, porque aprendieron a mendigar de los blancos. Se les aquietó el alma, perdieron el instinto de caza, la lucha por sobrevivir, bastó con levantar la mano y recibir tabaco, alcohol y ropa. Onas y alacalufes desaparecieron.

Aunque no estoy tan al sur, me los imagino en estos bosques como catedrales, caminando libres en la humedad y el frío, disfrutando del mar y su generosa ración de cada día, del sol, de las raíces y las hojas. Achao, Dalcahue, Quemchi, San Juan, Tocoihue , quedan en mi recuerdo como un paréntesis de paz y alegría antes de volver a la urbe desolada y gris.

2 comentarios:

Manuel dijo...

Claudita, gracias por transmitir esa intensidad de tu viaje... qué revitalizador se dibuja todo, según dejan traslucir tus palabras... La lluvia parece limpiarlo todo, incluso los pasos frenéticos... Nos adosaríamos a otro tono emocional si nos dejáramos ir con la lluvia? si precipitara más seguido? si nos dejáramos desteñir por las gotas?
Un besito, me alegro que hayas recargado las sedes.

Udo dijo...

Del sur recuerdo el olor a humo que inevitablemente me remonta a la casa, y especialmente la cocina de mi abuela. Recuerdo la salida del sol en invierno, en donde los primeros rayos de luz se cuelan entre la neblina que todavía cubre la tierra humedecida.
Recuerdo los pequeños riachuelos escarchados en donde yo hacia patinar las bolitas de cristal, recuerdo mis botitas blancas de agua, que mi abuela no se cansaba de secar con brazas cada vez metía el pie en un hoyo lleno de agua.
Hay, el sur me trae tantos y tan hermosos recuerdos.
Otro abrazo.
Sal-udo.