miércoles, 3 de diciembre de 2008


Su mujer sabe que él le hizo el mayor regalo que estaba a su alcance durante esa noche tormentosa y oscura como el alma de un demonio.

Por ello, tras la tristeza definitiva y absoluta que siguieron al accidente, sólo pudo someterse a su
maldito destino de viuda, a su futuro hábito de mirar para siempre la costa y el mar revuelto de designios y guiños.

¿Cómo habrá sido? ¿cuánto habrá luchado?, ella nunca lo sabrá, obviamente intuye que fue una dura lucha con las olas, el viento y el timón que nunca más obedeció sus órdenes, prefiere intuir eso cada vez que ve a sus hijos y sus nietos, que tendrán el mismo futuro arrancándole limosnas al mar ... cada vez más esquivo y silente.

Por eso, ella no le cede espacio a la pena y se sobrepone. A diferencia de las otras viudas, ella recibió el cuerpo de su marido atado a la proa de la embarcación, en su último instante de lucidez y resignación.

2 comentarios:

Manuel dijo...

y las olas tienen olor a sangre...y la espuma se ha vuelto rosada... y el vaivén pesa en las pupilas.. habrá otra forma de llamar a la sal.. .cuántos kilos de lágrimas vertidos en ella?

Pelusa dijo...

Y cuántas más seguirán esta misma y trágica suerte...